25 noviembre 2005

Infeliz cumpleaños

No creo que hoy, en el día de tu cumpleaños, dejes de pensar en una torta (con una lima dentro).

Estas solo, triste y abandonado. Como la mayoría te quería ver. Como un pucho. Aunque un pucho botado tiene más dignidad que tú. No creo que hoy, en el día de tu cumpleaños, dejes de pensar en una torta (con una lima). Tú que antes tenías todo el poder y ninguna hoja se podía mover sin que tú lo supieras, ahora repites como un loro “No me acuerdo, no me acuerdo”. Cuando te veo por la televisión entrando al hospital, porque estás “enfermo”, dan ganas de ocupar la boca… (para escupirte).

El primer castigo en tu vida (porque de a poco se paga) es casarte. Creo que tu momento más feliz (aparte de cuando veías tus cartolas bancarias) fue con Piedad, tu amante, en Ecuador, lejos de esa vieja arribista que no le gustaban los apagones porque no podían atender los salones de belleza. O tus largas reuniones con la María Eugenia, la periodista que le regalaste el collar que fue donado por alguna cuica para “salvar la patria” (o tu bolsillo), o con la Liliana (tenías gusto de futbolista: puras rubias), o con cualquier ser humano que tenga falda. Era tu momento de libertad, de tus canitas al aire, aunque la vieja no se enteraba (o se hacía la lesa).

Para qué estamos con cosas, si voy a cumplir 24 años, no vi tu “acto de amor a la patria”. Muchos que te apoyaban decían que los de nuestra edad no podíamos opinar del golpe, porque no había nacido. Si es por eso, no enseñen más la independencia o el 21 de mayo. Mis padres te adoraban (o te adoran, aunque ya no creo), y me decían cuando aparecías en la tele, después de esas horrorosas marchas nazis, “ahí está el Tata, mira a tu Tata”. Menos mal que no fuiste mi Tata, con mi abuela, la Tita, me basta y me sobra. Tiene tu edad y no se hace la enferma. Aprende…

Ahora cumples 90. No creo que hoy, en el día de tu cumpleaños, dejes de pensar en una torta (con una lima dentro). ¡Qué nostalgia debes tener de tus anteriores cumpleaños!. Esas ocasiones con el Kike Morandé animándote en Casa Piedra, o a Pedro Carcuro con López Blanco afuera de una de tus mansiones, preguntándote “¿El uniforme ayuda, general?”. Esas cenas apoteósicas que se transmitían por Metrópolis para todo el país. Ahora todos los que te adoraban, huyeron como las ratas. Sólo te quedan los músicos del Titanic (pero bien desafinados), el Cura Hasbún, Hermógenes, Garín, tus fieles lazarillos. Tus hijos se pelean la herencia y ni te pescan, porque tienen que resolver sus propios líos de dinero (de tal padre…). Sólo tu nieta, la que tiene publicidad en el auto, te fue a ver. Ni siquiera tu mano derecha, al que volviste a ver la semana pasada, y que le hiciste la desconocida.

Para terminar, espero que el grillete y el traje a rayas te sienta bien, ponte cómodo, y que cuando duermas esta noche, te penen las miles de personas a las que odiaste tanto que terminaste “exterminando como ratones” como tituló uno de tus diarios favoritos.

P.D.: ¡Púdrete!

Con cariño, yo.

1 comentarios, crítica, saludo o pelambre:

El domingo, 03 diciembre, 2006, Anonymous Anónimo dijo...

Notable, manuel tremenda descripcion de la que compartimos muchos. muy bueno tu blog.

Se despide un particípante del gran actualin. Juclap

 

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