27 septiembre 2005

Malas palabras

Debate en Estados Unidos por el uso de los garabatos y malas palabras en los medios de comunicación.

El diario Clarín de Buenos Aires, citando una crónica del New York Times, sobre el lenguaje en los medios de comunicación norteamericanos. Aquí va la nota y más abajo la comento:

Los lingüistas aseguran que los insultos liberan tensiones y reemplazan a la violencia física
El uso de las malas palabras abre un duro debate en los EE.UU.

El Senado tratará una ley para aumentar las multas a quienes las digan en los medios.

Un fuerte debate se desató en los Estados Unidos a partir del tratamiento de un proyecto de ley que apunta a regular el uso de las malas palabras en los medios. Especialistas en lingüística pusieron en duda el mismo concepto de “mala palabra”, argumentaron que maldecir está en la esencia humana y explicaron que a veces un insulto sirve para liberar el enojo y hasta para reemplazar a la violencia física.

Indignado por lo que considera una virtual pandemia de irregularidades verbales de boca de personalidades tan diversas como el conductor radial de los Estados Unidos, Howard Stern; Bono, o el periodista Robert Novak; el Senado estadounidense está a punto de considerar un proyecto de ley que aumentaría considerablemente las multas por decir obscenidades al aire. A través de las sanciones que se aplicarán contra los locutores, que llegarían hasta cerca de 500.000 dólares por transmisión; y la amenaza de revocar la licencia a los reincidentes, el Senado desea reinstalar el clima de viejas épocas, cuando rara vez se escuchaban palabras procaces y los famosos no hablaban mal todo el día.

Pero los investigadores que estudian la evolución del lenguaje y la psicología de las malas palabras dicen no tener idea de cuál es el “modelo místico de gentileza lingüística” que tendrían en mente los críticos. Maldecir, aseguran, es algo universal en la humanidad.Todo idioma, dialecto o forma local de lenguaje, vivo o muerto, y hablado por millones o por una pequeña tribu, resulta tener su dosis de palabras prohibidas.

“Los chicos memorizan toda el inventario ilícito mucho antes de poder entender su significado”, señala John McWhorter, especialista en lingüística en el Instituto Manhattan.Otros investigadores se dedicaron a analizar la fisiología de las maldiciones, cómo nuestros sentidos y reflejos reaccionan ante el sonido o visión de una mala palabra. Descubrieron que el hecho de escuchar una mala palabra genera un sobresalto particular o excitación instantánea.

Las malas palabras también ayudan a liberar la tensión y el enojo.

En algunos ambientes, las malas palabras no son señal de hostilidad o patología social sino de armonía y tranquilidad. “Algunos estudios muestran que si uno está con amigos, cuanto más relajado se siente, más malas palabras va a decir”, explica Kate Burridge, profesora de lingüística en la Universidad Monash de Melbourne, Australia. “Es una forma de decir ‘me siento tan cómodo que puedo liberar mi ira y decir lo que desee’”.

Otras pruebas sugieren que maldecir puede resultar una eficaz forma de descargar la agresión evitando así la violencia física.

El mero concepto de mala palabra tiene su raíz en la importancia que le asignaban las antiguas culturas a la acción de blasfemar en nombre de los dioses. En la antigua Babilonia, blasfemar era garantía absoluta de que no se estaba mintiendo.


Ahora mi apreciación: En EE.UU. no existen los programas en directo, todas las emisiones se difieren en 5 minutos, para evitar "bochornos" y multas por las cosas que puedan ocurrir fuera de libreto. Actualmente en Chile, donde está sobredimensionada la dependencia de la televisión, la gente habla mal, por imitación de los "animadores" de TV. Para mi, no es problema los garabatos en televisión, siempre y cuando, como dice el "gurú" de la materia, el profesor Daniel Vilches, "sea bien dicho" y que sea en horario para adultos, porque es feo y burdo ver programas casi infantiles (infantiles en la forma de comportarse) donde se habla a garabato limpio. Lo otro va por la educación en las casas, donde se pueden escuchas cosas más fuertes y ordinarias que en la tele.

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